sábado, 8 de mayo de 2010

LA MUJER DEL SIGLO XX

EVA: Sentir como propio el sufrimiento ajeno


Por Camilo Zarza*


Evita es una de las figuras que luchó por la justicia social, que más odio y furia recibió de las clases dominantes de nuestro país. Sin embargo, si uno recorre los archivos de esa época, ya sea en película, foto o audio, podría aventurarse a decir que Eva es uno de los mejores ejemplos de esa frase que dice algo así como «endurecerse, sin perder la ternura.» Pero, ¿qué significa rescatar a Eva Perón, Evita, Esa Mujer en el 2010?

Pensar en Evita, es pensar en nosotros. Pone sobre la mesa todo nuestro potencial, y también nos deja expuestas nuestras propias contradicciones, las miserias con las que cargamos todavía.

Evita sintetiza el momento más glorioso de nuestra historia. Sintetiza una Argentina industrial, grande, libre pero más que nada solidaria. En donde los únicos privilegiados eran los niños, en donde el interés del capitalista se veía subordinado al interés de la sociedad toda, como nos muestra la derogada Constitución de 1949. Su recuerdo nos grita que se puede, porque se pudo.

Nos demuestra y afirma que el amor de una mujer por su clase y su pueblo, que supo lo que era ser desposeído en este país austral no por leer libros e informes estatales sino por su dura infancia en Los Toldos, puede ser el mejor antídoto jamás recetado para combatir al imperialismo, la opresión y el egoísmo, afecciones tan actuales como malditas. El Justicialismo que encarna Evita es el más lindo para pensar y recordar. Por su potencial transformador. Por su capacidad de dar respuesta a los más humildes, por ser el que dejó la conciencia y el autoestima de los descamisados alto como nunca antes.

Pero a no confundirse, Esa Mujer nunca pregonó la comodidad extrema que supo reivindicar el Justicialismo de los últimos decenios, Ella siempre pensó que lo que se quería se conseguía peleando, luchando.

Evita esconde un profundo sentimiento anticolonial, como aquel que guió las hazañas liberadoras de principios del siglo XIX, lo que la transforma en una especia de llama eterna a la cual concurren los que tienen el corazón entumecido, por tantos golpes y desesperanzas. La «Jefa Espiritual de la Nación» nos susurra al oído, «indígnense, enójense, las injusticias actuales son mucho peor que las de aquel entonces».

Nos evidencia nuestras propias limitaciones del compromiso o el no compromiso con cambiar nuestra realidad.

Nos pide que retomemos su nombre, y lo llevemos como bandera a la victoria final, de la justicia, la fraternidad y el apoyo muto sobre el egoísmo.

Nos tendría que motivar a organizarnos en nuestros barrios, en nuestras universidades y nuestros trabajos; a rescatar la placita, a pedir las veredas juntando la firma y la participación de los vecinos, a buscar que los pibes del barrio tengan su canchita, a exigir que la salita funcione como debe, a pelear por lo que nos corresponde. Movernos, ser críticos en dónde estemos.

En fin, Eva nos reclama que todavía falta mucho por hacer. Que es necesario seguir construyendo, en su medida y armoniosamente, el país en donde reine en el pueblo el amor y la igualdad.

* Agrupación John W. Cooke «Moreno» lajwcooke.blogspot.com

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